Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2011
Esta vez, la segunda almohada de sueño, fue rellena de moscas y no de plumas ni algodón.
Lo interesante fue que los sueños flotaban en el aire; nunca antes los sueños tomaban vuelo… quizás las moscas no eran mala idea a pesar de todo.
El problema resultó siendo que, luego de éste gran descubrimiento, no habían suficientes moscas para hacer que los sueños floten desde sus almohadas.