Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2011
Hay un tango que danza paso a paso
la nostalgia que se asoma por la ventana,
para deleitarse con paisajes de vueltas y suspiros.
Hay un tango que asoma su rostro,
que aunque no existe mas que en un acorde lejano,
pero que -rostro al fin- se torna espejo ante el deseo
de aquello que a lo mejor un día,
tendrá algún reflejo en qué mirarse;
algún suspiro en qué recostar sus más profundos deseos;
algún paso donde doblar el curso del tiempo;
algún susurro que determine el fin del lugar del tanguero.
Hay un tango que no cesa de llenarse de ensueños
y nostalgias y anhelos.
Hay un tango que compone uno más uno
para terminar siendo igual a uno.
Hay un tango que desconoce aún de tu presencia
pues, como todo tango, siempre se escribió
para ser dedicada a lo lejos,
aunque bailado bien de cerca.
De fondo…, el bandoneón hace deslizar
una diminuta lágrima por tu mejilla,
como una leeenta procesión del imaginario
medio alegre y medio triste de recuerdos y ahelos.
Se recuesta una luz tenue que se posa en tu mirada
para resaltar la divinidad del amor
cuando se viste del espíritu anónimo;
aquel que no se posa en ningún templo,
mas que en el altar divino del amor fundado entre dos cuerpos.
Pero ahora el alba marcará el tiempo
que conforma ésta realidad distante,
de aquel tango que bailé entre versos y suspiros.
Y el recuerdo continuará dando vueltas entre paso y paso,
recostando su mejilla con mi ilusión y el tuyo
hasta vernos juntos algún día,
aunque sea en el próximo estreno
de un tango aún por tocarse.