Amor con pasajeros


Por: Roberto G. Rivera Sánchez 2011

Por fin llegó un día, después de tantas rondas de vida en ausencia. Llegó Autobús, pero no por mucho. Resulta que su viaje es de corta duración… ¡de nuevo! Tan sólo iba de pasada a Estación en lo que las cosas iban retomando oportunidades. Llegó y, autobús al fin, tan sólo llegó para irse de nuevo. Sólo vino a dejar a algunos pasajeros con Estación.

 
Autobús se va con la expectativa de querer volver. Que tan sólo necesita recoger un par de pasajeros que esperan por él en otras estaciones, pero su parada favorita para descansar es en Estación. Resulta que Estación ya no quiere seguir esperando a quedarse a recibir más pasajeros. Quiere montarse finalmente con Autobús y dar vueltas con él. A conocer sus paisajes, a vivir el mundo como Autobús hace todos los días. Estación anda cansada de ver los mismos árboles, los mismos pájaros sobrevolar su entorno a la misma hora, ser pisoteada, escupida, tirada con basura, marcada, sucia y abandonada con el tiempo y viendo cómo su amado Autobús viene y va, dejándole pasajeros y recogiendo otros más, a veces sin devolverle una sonrisa, ni unos «buenos días».
 
Un día Estación detuvo a Autobús en seco. Los pasajeros se alborotaron porque iban tarde. -«¿Qué le pasa a ésta loca?» -gritaban. Pero Estación no iba a recibir ni a un pasajero más hasta que él finalmente accediera a llevársela a conocer el mundo con ella.

El corazón de vuelo


Roberto G. Rivera Sánchez ©2011

Mi corazón va amarrado a una chiringa, ansioso por alcanzar la nube más alta y cruzar hasta el otro lado del mar. Le solté un poco de hilo, pero no fue suficiente. Entonces, un poco frustrado y considerando la pena que pintaba mi rostro, me pidió que lo amarrara a la verja, para aprender a vivir como se vive en el aire. Me quedé con él toda la tarde y noche pero aun no lograba aclimatarse lo suficiente… sucede que desconocíamos que las alturas le daban vértigo. Aun así insistió en quedarse amarrado. En un momento que tuve que irme por un pequeño instante, unas aves que migraban al Norte, le enseñaron a volar y al regresar a encontrarme con mi corazón montado en chiringa, ya no estaba ahí. Les confieso que lo lloré mucho. Entonces comprendí que, a la vez que el corazón se crecía alas y volaba con las aves, yo me crecía un nuevo corazón… un poco más pequeño, pero mi gran amigo se encargó de no dejarme sólo a la deriva del mundo. ¡Así son los grandes amigos!

¡Un abrazo compañero, donde sea que te encuentres!

Palabras para visitar a los «invisibles».


Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2011

Hay veces que no logro concebir palabras que te amen en lo q no estoy pero, por otro lado, recuerdo haber dejado caricias y besos que de vez en cuando sé que les da con reactivarse en tu memoria como fantasmas, porque les es inconsebible nacer y morir para vivir por un solo instante. Entonces las palabras tan solo resultan ser meros intermediarios que buscan la existencia de esos fantasmas: conocer sobre su pasado y ver cómo les va vestidos de invisibles en su pulgatorio de vida encerrados en tu cuerpo.

Duelos de distancias y sueños de colores desgastados


Te encontraría,
pero sé que  volverías
a desvanecerte con el aire.

Te agarraría muy fuerte,
pero no pretendo tenerte como pajarito en mano;
no hay por qué obscultarte el camino de posibilidades
para que tan sólo quedes ahí, como trapo abombado
comiendo de mi mano.

No te soltaría nunca,
pero soy de poco resistir, por lo que prefiero
dejar mi mano abierta
y que seas tú la que decidas si te vas o te quedas.

Te buscaría, como ya andas buscándome,
pero cada paso que doy hacia tí,
me va robando palabras del horizonte.

Me iría contigo,
pero sólo con la condición:
de nunca ser condicionado.

Te querría tanto, si no fuera porque el pasado
aún anda muy cercano al presente,
por lo que aquel viejo futuro aún demanda de bastón
para nivelar la fuerza que le requiere cada paso.

Te pintaría el cielo razo de colores
en cada abrir y cerrar del tiempo,
pero ¿qué hacemos los tonos quebrados de  momentos
que aún insisten -a paso lento- en concluir con su duelo?

Hoy, te pediría que me busques aquí donde me encuentro,
pero sé que me desvanecería también con el aire…
mientras que, de prisa, te robo un beso.

¡Jamás te perdonaré!


Por: Facundo Cabral

«Yo tenía boca y no hablaba.
Yo tenía manos y no tocaba.
Yo tenía pies y no caminaba,
pero un día llegaste vos
y por tu amor comencé a ver, a oír, a hablar,
a tocar, a caminar…

¡Jamás te perdonaré
que me hayas arrancado
de mi valle de paz! «

Apuntes de nostalgias de «amores» distantes y otros desaparecidos.


Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2011

No tengo lugar entre tus dedos,
ni banderas en qué socorrerme los sentidos.

No tengo patria
en dónde guarecer mis pasos,
porque es el mundo el que me viste de cayos en los pies.

No concibo tus labios
porque tus recuerdos carecen de labios para besar.

No concibo tu mirada
porque al fantasma que media entre tu espacio y el mio,
anda sonámbulo caminando sin rostro;
sólo lleva tu presencia extendida
y la nostalgia colgadas a cuestas.

Hay momentos en que coincido con el fantasma.
Le hablo y él me habla
pero con un sonido muy particular.
Parece ser el espejo de mi voz,
pero con cierta esencia tuya…
…como cuando escribes.

Mi locura allí tendida en la cama,
me sorprendió con un consejo
que me pareció más un regaño.
Me dijo que lo que vivimos entre nosotros
no tiene por qué ser difundido.

Luego descubrí que estaba tratando de enamorar al sueño
y no quería que se pusiera celoso
o que dudara de ella, por haber estado juntos alguna vez.
Me dice que cree haber encontrado al que tanto buscaba
y no quiere perder la oportunidad de tenerlo para si.

No empece a su argumento,
me dijo: -¡…pero aún así fuiste un buen chico!
No pensé aprender tanto de tí,
mientras abordabas en los brazos de tus pasados amores.

¡Bueh! -me dije- ¡Yo siempre resulto ser bueno para nada!
Me alegra haberte servido para algo.

Es por eso que aprovecho mi bondad en la nada
para hacer de cada pétalo un castillo con horizontes,
y lingotes de oro
y pensamientos desterrados,
y muchas, muchas pocas cosas.

 

Juegos de niños


Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2010

Aun andando a un paso más cercano del amor que de tu presencia, resulta que me da mucha alegría ver cómo juegan tus versos con los míos. Los veo desde la ventana de la cocina, y se ven tan felices arrastrándose por todos lados. Con la ropa, los zapatos y las manos todas llenas de fango, pero nada como la sonrisa que pintan en su rostro. Se disfrazan de monstruos, de pillos y policías, de rescatistas, juegan a hacer actos de magias, a salvar el mundo y tantas otras cosas. Crean cosas a los que cualquiera se preguntaría de dónde sacan tantas energías para hacer tanto.

Luego me di cuenta que todos vinimos del mismo lugar, pero que con el tiempo decidimos que todo eso eran meros juegos de niños. Por lo que desistí de mirar el juego desde la ventana, y me incluí al mismo. Dimos vueltas hasta marearnos, trepamos árboles y hablamos hasta ver el amanecer. Dormimos y soñamos juntos, caminamos por senderos misteriosos, nos burlamos de algún loco que merodeaba por las calles, tuvimos compasión por algunos grandes que aun no se concebían como niños, hicimos competencias de barquitos de papel en las cunetas mientras llovía, cantamos sobre “la mosca parada en la pared” con todas las vocales, perseguimos a los perros de la calle y le dimos de comer. Estudiamos las formas que crean las nubes, contamos varias veces las estrellas en el cielo, hicimos cuentos a la luz de la luna, pero aun así, nos hacías falta. Lo más cercano a ti eran tus versos, pero tu voz aun no se mostraba. Me pareció verte con la mirada tendida por la ventana, pero desconozco si eras tú, pues me extrañaría no verte jugando aquí con nosotros.

Cuando el amor se encuentra con el dolor


Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2010

El amor no hay por qué culparlo por un par de disidentes. Aquello q hacen los hombres que en nombre del amor, transgreden su nombre, no es el amor. El amor es mucho más que eso, y aún así -porque es el amor- los compensa con un dulce misterio. El amor no es inmisericorde, sino todo lo contrario. Ciertamente, el amor nunca es fácil, porque depende de nosotros para que tome vida. El dolor siempre andará paralelo al camino. El dolor es siempre inevitablemente doloso cuando los errores se cometen. Pero siempre cometeremos errores en la vida y siempre los seguiremos cometiendo. «Cuando comes comes, cuando duermes duermes, cuando duele duele.” (A. Jodorowsky). El dolor nunca será inevitable, pero el sufrimiento, sí es permeable; es decir, puede ser invadido por la renovación del espíritu del ser.

 

Yo sé lo que son tropiezos graves en mi vida por el amor: tanto los causados, como los recibidos. Pero luego de conocer el amor, tan sólo aprendí a amar el amor q se manifiesta en aquel q así desea ser amado y aún más a aquel q pretende encausarme al sufrimiento. Si de algo aprendí de mi última relación fue el crecer por el amor, a pesar de la soberbia y errores propios, como el de los demás. Me costó mucho dolor y sufrimiento, pero hoy respiro aire diferente, gracias a él.

Los dolores en tu vida, no tienen que ser tu condena, sino tu constante escuela de vida donde el ejercicio de perdonar y crecer, y no el de vengar y aislarse, son el deber y el ejercicio constante para q aflore el ser esencial que habita en uno.

 

La alegría por tu sola existencia en mi


“El amor es la alegría que me da la sola existencia de una persona amada” –Joseph Zinker

Me parece tan interesante el que, no importa qué tiempo haya pasado, qué lugar nos haya escogido el camino, siempre que nos devolvemos en un abrazo, como que todo vuelve a dar giros en el mismo espacio. Nuevamente me encuentro aquí, escribiendo formas a ver si logro dibujarle algún sentido a esto que nos precede consistentemente. Es como que, no importa cuántas rutas escojamos tomar, siempre el tren nos termina devolviendo a la misma estación de sueños. Y entre palabra y palabra, hay un susurro de silencio que me golpea los sentidos y me cuestiona tantos viejos versos escritos.  Es impresionante la manera en que una simple mirada, un pequeño susurro de acaricia, una minúscula gota de sonrisa puede llevarnos por tan oscuro abismo de incertidumbres.  Si algo tengo de cierto es que al menos, si no es amor, he encontrado mi «talón de Aquiles», mi debilidad concebida que converge entre ciertos pasos en el camino que te hacen repensar el instante de lo ausente-presente.

Cada vez que te veo y te vivo en persona, resultas ser el «punctum» de la herida no concebida…y no se trata de una herida mala, si no algo que tan sólo duele si medir palabras entorno a si es bueno o malo, pero que definitivamente te hace despertar y darte de cuenta de que estamos vivos; de que el mundo seguirá dando vueltas y que podremos aportar a la eternidad del Universo aún a pesar de nuestra mortalidad, pero que  dentro de nuestra mortalidad, hay toda una vida por la cual vivir y compartir. Desconozco cuál será la movida que el Universo dará para con el camino. Quizá resulte todo «fotográficamente tan distantes«, como diría Fito.  Pero en lo que todo va tomando forma -cualquiera que decida tomar- seguiré tarareando en el mar de los recuerdos vividos naturalmente, como aquellos que tan sólo existieron en una chispa de instante de ensueño.

Extrañando al amor…


Extraño al amor. A veces más, a veces menos, pero lo extraño. Aquel niño mellao, aquel que me levantaba en la noches porque se orinaba encima, aquel que buscaba en mí y yo en el a través de ella. Que aunque borrosa la mirada, aunque su manos han sido múltiples, sigue siendo ella vestida de él.

Buscando entre el tiempo entretejido de pasados, presentes y bordado de futuros tan inciertos como sus rostros, tan sólo me quedado hoy con el retrato de éste nuevo yo.  Yo comprendo al amor, aunque duela de vez en cuando.  Comprendo que es preciso hacerse a un lado a guarecerse de la lluvia para repensarse.  En lo que regresa, pues sigo aquí dando frente a mi camino, esperando reconocerle cuando me llegue con su nuevo vestido.