Por: Roberto G. Rivera Sánchez ©2011
Porque me arrastro entre los confines de las sombras, necesito aguardarme nuevamente para empacar lo que hasta ahora he aprendido de la vida y andar hacia el monte, donde no tenga dolor que desvele por mi regreso.
Para no seguir sembrando dudosas esperanzas, para no tener que ser esperado, tendré que obscultarme entre sábanas de fango y crearme un pulgatorio entre los vivos y los muertos, en lo que logro cumplir con la tarea que me ha sido asignada.
Amar es el más hermoso de los oficios que la vida puede llegar a concedernos. Amar como el sol, que ilumina al mundo sin discresión de nadie, sin prejuicios, sin resentimientos, sin esperar una luz de vuelta. Amar es, sin duda, el más hermoso de los oficios que la vida puede concedernos. Mas sin embargo, es preciso vestir al amor de pausa, para no tener que cosechar desiluciones, ni esperanzas vacías de incertidumbres, ni poblar corazones de despechos. No hace bien tener que colgar relojes de lenta digestión a secar al sol. Así fueron uvas a parar a ser pasas… y luego resulta que son pocos los que gustan de comerlas.
Porque me arrastro en los confines de las sombras y mi ropa teñida, sucia y rota ya no le queda más vergüenza de acompañar mi rostro; porque todo se sigue cayendo en cantos y no queda más que acojer el fracaso y seguir andando.
Porque me topé con la vida, vivo aún cuando sobrevivo. Porque me topé con la muerte, vivo aunque sobrevivo. Porque me topé con el Amor, amo aunque sobrevivo. Porque me topé con la gente, vivo aunque sobrevivo. Porque me topo con el dolor, vivo aunque sobrevivo. Porque me topo conmigo mismo, vivo aunque sobrevivo.
Me iré con la frente en alto, mi cuerpo trepado entre los hombros y el corazón bien agarrado de su nido, dejando una foto de su rostro colgado de la espalda; viviendo entre las sombras en lo que me encuentro con el aire perdido.